
«El mayor incentivo para la creación de partidos es el rechazo ciudadano a los que ya están en el Parlamento. No encuentran allí representación ni canales de sus intereses básicos».

Tendremos el ya presumible “sabanón” como cédula electoral y todo lo que ello ocasionará, una enorme complejidad en el proceso electoral: extremo trabajo logístico y administrativo, capacitación, información, el propio escrutinio y, además, una alta carga procesal. El más afectado: el elector.
En 2019 se aprobaron algunas leyes del paquete mayor de la llamada reforma política. Varias fueron desnaturalizadas (inscripción de partidos), otras empeoradas (financiamiento de los partidos) y algunas quedaron sin efecto (PASO). De aquella reforma poco ha quedado. Desde ese año, las modificaciones normativas han sido numerosas y sus efectos son, y serán, negativos.
El mayor incentivo para la creación de partidos es el rechazo ciudadano a los que ya están en el Parlamento. No encuentran allí representación ni canales de sus intereses básicos. A esto se suma el pobre desempeño de los congresistas, que tanto daño hacen a la imagen de los partidos y del propio Congreso. Una desaprobación cercana al 95% es la respuesta más contundente.
Además, muchos ven en el Congreso una institución a la que se puede llegar sin carrera política, sin organización estructurada y sin programas. Las expectativas ciudadanas se forman a partir del tipo de representantes que observan en el hemiciclo. Todo esto ocurre en un contexto de deterioro democrático, expresado también en la baja calidad de nuestras autoridades públicas.
El fraccionamiento partidario es otro signo: el ocaso de partidos tradicionales y el surgimiento de agrupaciones de ocasión, personalistas o simples vehículos electorales. El fenómeno se repite en la región. Argentina, por ejemplo, en 2023 presentó 58 partidos, pero agrupados en solo cinco alianzas. En Perú, en cambio, tenemos 43 partidos inscritos, pero apenas tres alianzas. Así, en Argentina participaron cinco organizaciones políticas, mientras que aquí serán 39. En nuestro país todos quieren ser presidentes y esperan ser “el elegido” a último momento para llegar al sillón presidencial. También abundan quienes creen que alcanzarán una curul. La ambición en política es necesaria, como el sentido de realidad. Parece que aquí solo tenemos la primera.
La reforma planteaba un esquema de incentivos y desincentivos. Primero, eliminar las fraudulentas firmas de adherentes y exigir un mayor número de afiliados. Quien presentaba un porcentaje de documentación falsa era retirado del proceso. Segundo, las PASO obligatorias, donde quien no superaba el 1.5% quedaba fuera. Esa función reductiva era eficaz. Finalmente, umbrales exigentes para acceder al Congreso, lo que obligaba a los partidos a formar coaliciones.
Nada de esto prosperó. El Congreso terminó por desarticular el proyecto y creó una narrativa de responsabilizar a terceros, cuando son ellos —y solo ellos— quienes deciden, votan y aprueban.
Fuente: Perú21 – Opinión