

Por: ✍️Central De Noticias Ancash
Koki Noriega no gobierna Áncash. Ni lo representa, ni lo defiende, ni lo dignifica. Solo lo usa. Lo ha convertido en la alfombra roja de su ego, en el telón de fondo de su ambición política personal. Hoy, sin pudor alguno, propone que los gobernadores regionales puedan reelegirse. Y uno se pregunta: ¿para qué? ¿Para repetir la inacción? ¿Para institucionalizar el abandono? ¿Para eternizar la mediocridad?
Porque si su gestión fuera un modelo de eficacia, aún podría discutirse el fondo de su propuesta. Pero no. Basta mirar a Río Casca, donde los damnificados sobreviven gracias a las gestiones de las autoridades locales y la solidaridad ciudadana, no a una acción real del gobierno regional. Esa gente no necesita discursos ni entrevistas maquilladas, necesita ayuda urgente. ¿Dónde está el gobernador? En cafés protocolares. En estudios de televisión. En eventos donde el guion está escrito con aplausos comprados y adulaciones baratas.
La realidad en Áncash no se gobierna desde una oficina con aire acondicionado. Se gobierna en las quebradas afectadas, en los centros de salud sin médicos, en las escuelas que se caen a pedazos. Pero Noriega ha elegido otro camino, el de la vanidad política. Uno donde la popularidad vale más que la gestión, donde se responde a la crítica con victimismo, y donde la región es solo un trampolín para una carrera que solo él cree meritoria.
Lo más peligroso no es su ambición, sino su desconexión con la realidad. Un líder que ignora el sufrimiento de su pueblo no merece reelegirse. Merece ser recordado como el que tuvo la oportunidad y el desperdició en selfies, titulares vacíos y un narcisismo político tan grotesco como evidente.
Ancash no necesita un caudillo con delirios de grandeza. Necesita un verdadero gobernador, que esté al lado de si pueblo, lo escuche y atienda sus necesidades.