

Municipio insiste en rehubicar familias en zonasde alto riesgo
Sí, el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico —que no es precisamente un club de excursionistas alarmistas— publicó en marzo el Informe Técnico N.º A7604, donde desnuda las verdades geológicas que la Municipalidad pretende ignorar. Los terrenos 1 y 2, donde se quiere levantar la nueva esperanza de los damnificados, son un cóctel de riesgos con nombre propio: suelos húmedos y poco consolidados, pendientes traicioneras, erosión fluvial y la amenaza latente de deslizamientos dormidos que podrían despertar con la primera lluvia caprichosa.

El informe es claro, categórico, casi una sentencia:
Los terrenos descansan sobre depósitos aluviales inestables. En cristiano: están parados sobre un suelo que podría convertirse en gelatina bajo presión.
Limitan con depósitos coluviales —suelos traicioneros, erosionables, que cuando se saturan de agua, pierden resistencia como un puente de papel.
Las pendientes aumentan peligrosamente hacia el oeste, abriendo la puerta a deslizamientos masivos como los que ya conocemos en esta geografía que no perdona la improvisación.
El terreno de acogida 1 está expuesto al embate del río Mosna, que no se detendrá ante permisos municipales ni discursos de alcaldes.
El terreno de acogida 2, por su parte, reposa bajo la sombra de un antiguo deslizamiento, esperando el momento de su reactivación.
La conclusión técnica es tan demoledora como lógica: NO APTOS PARA USO URBANO. Y, sin embargo, aquí estamos, otra vez, viendo cómo la política local juega al urbanista sin leer los planos, sin escuchar a los expertos, sin pensar en las consecuencias.
El alcalde Oswaldo Montes debería estar convocando expertos en gestión de riesgo, solicitando ayuda técnica urgente al Gobierno Regional o al Ministerio de Vivienda. En vez de eso, parece más ocupado en justificar lo injustificable, insistiendo en una reubicación que no tiene ni suelo ni futuro.
¿Hasta cuándo se permitirá que las soluciones de emergencia se decidan a ciegas, con la velocidad del apuro y la irresponsabilidad de quien no va a vivir allí? ¿Por qué en Áncash la tragedia tiene que repetirse para que se haga caso a lo evidente?

Chavín de Huántar ya vivió el horror. No necesita una segunda parte.
Ahora es cuando las autoridades deben demostrar que gobiernan con la ciencia y no con el capricho. Porque si se insiste en estas zonas, no estaremos reubicando familias: estaremos mudándolas al siguiente desastre.
Y esa historia ya la conocemos. Siempre termina igual: con lágrimas, culpas tardías y ataúdes.