Sin un claro plan operativo contra el crimen, la estrategia del presidente José Jerí bien podría ser solo una jugada mediática sin una sólida base de inteligencia policial. Extrapolando el ejemplo, para algunos el estilo Jerí pareciera más foto que golpe al crimen. Para otros, sin embargo, podría ser una válida performance disuasiva en términos tácticos. Y un acto político en el teatro de operaciones policial.
EL MEDIO ES EL MASAJE
Entre los más jóvenes el tema es aún más sencillo porque se trata de una falsa disyuntiva. Para la generación Z, el fondo y la forma son lo mismo. El medio es el mensaje o, como dijo el profeta McLuhan, “el medio es el masaje” que moldea nuestra forma de percibir el mundo. Es el ABC de las comunicaciones. Lo saben los Z y también los Y, como el propio presidente José Jerí, millennial en Palacio. El TikTok es el megáfono para evangelizar a los legos, pero también es el versículo y la palabra, el verbo y el sustantivo, todo a la vez.
Más allá de la frase hecha, una buena foto sí puede valer una gran cantidad de palabras. Más aún entre las invasiones bárbaras que merodean en los extramuros de la ciudad letrada, Ángel Rama dixit. Esos que hablan piedras y tiran lo mismo en las marchas. Parece funcionar en ese grupo etáreo que no lee más que un titular colgado en el kiosco. Y no hay que ser Montesinos ni Goebbels para saber que funciona.
“Foto manda”, me dice un periodista gráfico, imitando a Enrique Zileri. Los fotógrafos lo entienden mejor. La foto define el titular y encuadra el diagramado. Es una portada o un meme, que no es lo mismo, pero es igual. Y solo basta ponerle un titular ingenioso. Todo lo demás llega por añadidura, incluyendo la generosa aprobación en las encuestas.
Y si bajamos del TikTok a la red social Kick, el asunto se simplifica a nivel de tabla periódica. Para los nuevos votantes que estrenan DNI electrónico, la cosa es estar ahí, salir en la foto, viralizarse. Ser y estar es la misma palabra en casi todos los idiomas, salvo el castellano. O como dijo un británico: ser es ser percibido. O para ponerlo en términos que comprenda el seguidor del influencer Speed: guau, guau, guauuuu. Ladran, Sancho, señal de que avanzamos. Poco importa si la frase realmente aparece o no en El Quijote.
EMPATÍA, EMPATÍA
Como lo dijo dos veces en su discurso de toma de mando, al presidente le importa la empatía. Lo escribió Luis Alfonso Morey, pero lo dictó Jerí. Y el resto del equipo es clave: el camarógrafo Jesús Saavedra en el TikTok, la asesora de bancada Joanna Ocampo, Mario Fernández, Roger Azañero y la flamante adquisición de Stephany Vega. Como la palabra crea la realidad en tiempos posmodernos, por ahí van los gestos empáticos. Palabras, frases, tuits. Abrazos a las víctimas del incendio, guapeos a los policías, carajeos en la cárcel, conversa de madrugada con los ambulantes y un larguísimo etcétera. Sus rivales dirán que son gestos vacuos, poses para las cámaras y actuaciones para la TV. Pero qué es la empatía si no es precisamente eso: gesto virtual a la distancia, cariño por WhatsApp, presencia protocolar, floro consuelo a falta de solución, “yo te estimo” y palmadita en el hombro, beso al aire del cachete y like en la red social de turno. Y si no hay solución, la empatía continúa.
DE BUKELE A NOBOA
La prensa ha querido ver en el presidente Jerí a un mero imitador de Nayib Bukele, presidente de El Salvador. Salvo la barba, los referentes están ahí, dando vueltas en las fotos y videos que arma Palacio. Las escenas posadas, las camisas blancas, las mangas remangadas, los perritos rescatados y las puestas en escena carcelarias. Pero la cercanía política también lo empata con la figura de Daniel Noboa. El presidente de Ecuador no solo es más cercano geográfica y culturalmente hablando; también tiene casi la misma edad (37 contra 38) y comparte con el peruano la misma raíz pragmática (Bukele viene de la izquierda). Y, sobre todo, tanto Noboa como Jerí parecen tener una dependencia edípica en su “madre”. En ambos casos vemos un matriarcado subyacente y una banda presidencial con características de cordón umbilical.
LA COPIA DE LA COPIA
La yapa del presidente imitador es otro imitador aún más joven que se pasea por canales de televisión y streaming. Un Jerí trucho bailarín que lo dinamiza, lo frivoliza y, sobre todo, lo populariza. El imitador se llama Martín Palacios y es, a su vez, un tiktoker conocido. Su caracterización opacó a la que hizo el candidato Carlos Álvarez, otro imitador de Bukele que tuvo que conformarse con emular a la copia de la copia. Y para mayor confusión el presidente Jerí ha empezado a burlarse de su propia imitación. Como dice la frase: la vida imita al arte. Y el Perú imita al meme.
Perú21
